¡Dios mío, está lleno de cookies!

Convivimos con ellas a diario, están ahí, presentes aunque invisibles en (casi) todos los sites que visitamos. En un día de navegación, podemos llegar a generar cientos de cookies sin ser siquiera conscientes de ello. Mientras saltamos despreocupadamente de una web a otra, vamos dejando un rastro de nuestro paso en forma de galleta…

Las cookies ¿nuestras amigas?
Las cookies ¿nuestras amigas?

Pero ¿qué son las cookies?

Pues sí, empecemos por el principio. Ok, básicamente una cookie es un pequeño archivo que se guarda en tu ordenador cuando utilizas un navegador web y visitas determinadas páginas web. Cada web y navegador tendrá su propio conjunto de cookies que almacenarán información relativa a las acciones del usuario dentro del site en cuestión, para recordarlas en visitas posteriores.

Vale, de entrada ya me estás metiendo porquería en MI disco duro sin MI consentimiento. ¿Me aporta algo, al menos?

Y tanto. Piensa que gracias a las cookies, un sitio web puede recordar tus preferencias de uso, tanto de personalización visual como de consumo de contenido, entre otras cosas. ¿Recuerdas tu contraseña de acceso? No importa, si tu ordenador es de uso privado puedes marcar la casilla de “recuérdame” y no tener que hacer login cada vez. Eso también es posible gracias a las cookies.

En definitiva, se trata de hacer la vida más cómoda al usuario manteniendo una “memoria” de sus acciones más habituales y facilitándoselas para que de este modo pueda realizarlas con la mayor presteza posible. Búsquedas frecuentes, contenido personalizado en función de la ubicación geográfica y otros muchos factores se registran en las cookies: uso anterior del site, si es la primera visita o no, idioma seleccionado por defecto y así una infinidad de apectos relacionados con el usuario. Y sí, también se utilizan para decidir qué publicidad mostrar, en función de compras anteriores por ejemplo.

Ah, ahora lo pillo. En realidad se trata de venderme más cosas ¿no?

No necesariamente más, pero sí mejor. La publicidad está presente en internet igual que en cualquier otro contexto, esto es ineludible. Pero si has estado visitando sitios web de deportes ¿qué anuncio prefieres que te muestren, uno de ropa para bebés, o uno de la camiseta de tu equipo favorito? O si anteriormente has buscado en un site inmobiliario pisos de alquiler en Alicante ¿qué te molestará menos, un anuncio de un chalet de obra nueva en Málaga, o uno de un piso para alquilar con descuento en la zona que estás buscando?

De eso se trata, de mostrarte aquellos elementos -publicitarios o no- que se adapten mejor a tu interés. Eso repercute en beneficio para ti, como usuario y en beneficio para el propietario del site. La cuestión es que ambas partes lleguen a sus objetivos de la manera más rápida, cómoda y eficiente posible. No está tan mal ¿no?

De acuerdo, podría llegar a aceptarlo. Pero ¿no es todo esto un atentado contra mi privacidad?

Esta es una cuestión muy importante. Para todos: el usuario se preocupa de que sus datos sensibles estén a salvo; la empresa de comercio electrónico se preocupa de que un recurso esencial para su negocio, como son las cookies, esté a salvo.

Porque últimamente las cookies están bajo seria amenaza, precisamente aduciendo abusos en la privacidad. De hecho, la Unión Europa ya ha aprobado una normativa en la que regula el uso de cookies estableciendo que el almacenamiento de estos archivos en el equipo del usuario debe ser consentido explícitamente por el mismo. Esta normativa -de aplicación opcional por ahora- no se está utilizando en casi ningún estado de la UE, pues podría llegar a ser mortal de necesidad para el sector del comercio electrónico, una industria con cada vez más peso en muchos paises europeos.

Lo que hay que plantearse es ¿realmente hace falta llegar a ese extremo? Aunque no nos parezca muy grave sobre el papel, en la práctica esta legislación supondría prescindir de gran parte de la información sobre los usuarios que se tiene en la actualidad. Tomar decisiones con tan pocos datos se convertiría en un desastre para muchas empresas de internet.

Y lo más importante: ¿tan preocupante es la situación actual para la privacidad del usuario? No hay que olvidar que cualquier dato que se guarde en cookies (o en cualquier otro sistema de almacenamiento) ya está supeditado a las leyes de protección de datos de cada país, muy estrictas cuando se trata de información sensible.

Por otra parte, el propósito de las cookies raramente será almacenar datos especialmente sensibles, como números de identificación, tarjetas de crédito o el nombre de la persona siquiera. Dicho de otra manera: siendo cierto que se puede llegar a recoger datos sobre qué sites visitas, qué contenido consumes, cómo navegas, qué preferencias y gustos tienes… todo esto se hará sin saber quién eres. ¿Atenta eso de forma flagrante contra nuestra privacidad?

Al final, se deben ponderar todas estas cosas en su justa medida y determinar si en verdad se está vulnerando la privacidad de las personas de forma tan inequívoca como para justificar la entrada en vigor de una ley, no sólo controvertida, sino potencialmente destructiva para la economía de determinados sectores en lo que tiene que ver con marketing online.

Y es que, efectivamente, si utilizamos navegadores web accedemos implícitamente a renunciar a una pequeña parte de nuestra privacidad. Pero ¿a cambio de qué? ¿Nos compensa el resultado? Si nos detenemos a pensar en las facilidades y oportunidades que nos aporta la mejora constante de nuestros sitios web preferidos, quizá lleguemos a la conclusión de que, a pesar de todo, las cookies son nuestras amigas.

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